domingo, 2 de marzo de 2014

Preparando el siguiente capítulo...


Ya volvimos del último viaje emprendido.
Y a pesar de alguna complicación que otra, de algunos miedos, algunas dudas, muchas incertidumbres, unas cuántas lágrimas y de una estancia allí, algo más larga de lo que en un principio estaba previsto que iba a ser, podemos casi decir que todo ha ido bien.
Nos queda mucho que recuperar, muchas fuerzas aún por coger, mucho que remontar...
y es que nadie nos dijo que ésto, fuera a ser fácil.
Estos 22 días en el hospital, han dado mucho de sí.
Me he dado cuenta de que gente que ni sabía que estaba a mi lado, lo estaba.
Incluso muchos que ni conocía, me mandaban sus mensajes de ánimo casi a diario.
También es cierto, que otros tantos que suponía que lo estarían, no aparecieron ni un segundo, (pero eso es bueno, porque de todo se aprende y bajas de pedestales a personas que no debían estar ahí).
Si mis días de hospital me han enseñado algo, es que a pesar de alguna que otra lágrima, soy más fuerte de lo que he creído siempre que lo era.
La noche que peor lo pasé, fue cuando un cirujano de guardia vino a verme, dando por sentado que quizás esa misma noche, entraría de nuevo a quirófano, y que debía estar preparada.
Y lo estaba, desde luego que lo estaba, pero preparada para que esa noche, todo cediera, todo pasara, y si tenía que volver a operarme alguien, no fuera otro que quien me operó la primera vez y por el que llevaba tantos días a casi 200 kilómetros de mi casa.
Por eso quizás, por desear tanto que esa noche pasara rápido y sin complicaciones, pasó rápido y sin ellas. Y desde esa noche, iban pasando las horas, los días, y todo mejoraba, todo iba como tenía que ir. Como nos habíamos propuesto que iría... no podía ir de otra manera.
Días más tarde, tuvieron que hacerme un tac definitivo.
En él se vería el alcance de la complicación de la operación y con sus resultados, sabríamos a ciencia cierta si pasábamos de nuevo por quirófano o todo había terminado ahí.
Y a puertas de entrar a la prueba, alguien me dijo que no me preocupara, que sería él quien manejaría esa máquina de tac, que iría despacito, y que todo saldría bien.
Sé que por eso todo salió bien. Él no podía fallarme.
Y desde esos resultados empecé a remontar, empecé a echarle un poco más de narices a mi día a día en aquella habitación, empecé a ver el sol por la ventana que hacía tantos días que no veía salir, y muy poco a poco, fue saliendo como queríamos.
El día 25 volví a casa.
Volví con otra cicatriz que luciré este verano con todo el orgullo del mundo en la playa.
Volví con un informe en el que ponía que nada de esfuerzos en un par de meses.
Volví con otro cacho menos de intestino, pero eso nadie lo nota, si acaso lo notaré yo, cuando deje de doler del todo, cuando me levante una mañana y por fin, me sienta rara pero porque nada duela de una vez.
Volví también con noches sin dormir, con muchos miedos que pensaba dejar en esa habitación de hospital pero no fue posible hacerlo, y con ellos sigo.
A pesar de eso, cuando llegué a casa y abracé a mis niños y ellos me abrazaron a mi diciéndome lo mucho que me habían echado de menos, sentí que todo lo que habíamos pasado todos estos días, había merecido la pena, o que al menos, con un poco más de paciencia, la merecería muy pronto.
Y ahora, tengo más claro que nunca que la merecerá.
Que poco a poco iré remontando, que cada día sentiré mas recolocadas las alas en mi espalda para emprender de nuevo el vuelo.
Y a la vez, sé que queda mucho para ello.
Pero si algo tengo, si algo me sobra, es tiempo.
Tengo todo el tiempo del mundo para esperar a que eso suceda, y sé que a poco que le ponga empeño, terminará sucediendo.
Podría ponerme a agradecerles a todos los que han estado estos días a mi lado cada segundo, que lo hayan estado, pero sé que no hace falta, que los que estuvieron ahí, fue porque así se lo pedía su corazón.
A los que sí agradezco más, es a los que esperándolos, no han estado. Gracias por abrirme los ojos en esta nueva etapa de mi vida.
Yo ahora mismo siento una mezcla rara de sentimientos dentro de mi, y por ese motivo he decidido tomarme un tiempo, sólo el necesario para empezar a verme de nuevo a mi misma como me veía antes, o mejor, como quiero verme a partir de ahora. 
Y cuando me localice, cuando me encuentre, cuando sea capaz de seguir escribiendo capítulos en mi vida, volveré...
Sólo me queda darle las gracias al  Dr. Rafael Alos.
Por como es como cirujano y por  como es como persona.