Cuando te embarcas... te embarcas.
Y no puedes ni debes abandonar a la primera que las olas mareen más de la cuenta.
Ningún mar en calma hizo bueno al marinero.
Así que, a pesar de todo y aunque tenga que echar mano del chaleco salvavidas esta vez, y aún habiéndome prometido a mí misma que nunca más tendría que usarlo... no me bajo.
Me quedo.
Y parece que hago aguas, miles de veces... porque las hago.
Pero giras un poco el timón hacia aquí, remas con un poco más de fuerza hacia allá...
y sales.
Por cansada que estés de tanta tormenta... por lejos que veas esa playa donde tanto ansías llegar...
Tu barco flota.
Y tu barco, no dejará que te hundas.
Jamás.
Precioso Vane, precioso!
ResponderEliminarMucha fuerza para remar en el mar de la vida.